El ser humano que
se levanta, aún es más grande que el que no ha caído
El que se levanta es un ser distinto de
aquel que sufrió la caída. El dolor amplió su visión. La pérdida lo vació de
apegos y el proceso expandió su consciencia. A veces, el que cae es un ilusionista
que, más tarde, se levanta ya como Mago. El ilusionista todavía maneja
ilusiones y manipuladoras burbujas de plata. Sin duda, materiales tan efímeros
que se diluyen ante cualquier brisa que las roza. Por el contrario, el mago
renacido trabaja con elementos más sobrios y profundos. Acomete proyectos
conociendo sus propias debilidades y mirando de frente a las sombras. Un ser
más ecuánime y desprendido que domesticó su ego y barrió su arrogancia.
Cuando un ser humano “cae al barro” de
la existencia sucede que, sin él todavía saberlo, está abriendo un insospechado
proceso de cambio y transformación en su rumbo y su persona. La vida es
paradójica al servirse de la caída, cuando, en realidad, lo que con ella viene
a buscarnos es el aprendizaje y la madurez del alma. Desprestigio, ruinas,
errores, pérdidas, abandonos, enfermedades llegaron a nuestras vidas y,
arrasando lo que creíamos ser, sometieron nuestro ser a experimentar los
dolores que empaquetaba cada lección nueva. Más tarde, pasado un tiempo de
asimilación, llega un día en el que, una vez más, la fuerza nos impulsa al
ascenso de otra nueva montaña.