Les copio un artículo interesante, que
sin duda les ayudará a entender y tomar decisiones a tiempo.
La compasión y el amor hacia los demás
hace que no se tomen en cuenta las ofensas hacia uno misma (o) y piensa uno que la
vida siempre nos dará otra oportunidad y que esta llegará por gracia divina . Se ha
comprobado que las oportunidades se buscan y no llegan solas. Tal vez es parte
de nuestra misión aprender en esta tierra que nadie debe abusar de la debilidades humanas.
" Cuando llora nuestro espíritu, el alma se debilita y el cuerpo sufre"
Un abrazo
Megg
PERSONAS QUE CONSUMEN TU ENERGÍA
Seguro que usted se ha visto alguna vez en
esa situación en la que después de mantener una conversación con un amigo se ha
sentido desolado, ha contemplado el mundo con más tristeza y menos entusiasmo
que antes de empezar la conversación, o ha pensado: “Madre mía, a este amigo no
le pasa nada bueno, siempre tiene una queja”.
Y
en situaciones extremas, ha escuchado el teléfono, ha visto el nombre de la
llamada entrante y ha dejado de atenderlo porque sabe que esa persona, de
alguna manera, le va a complicar la vida: le va a contar un nuevo problema o
seguirá hablando de su monotema, por lo general con temática “desgracia”. La
pregunta que uno se plantea siempre después de pasar un rato con las personas
víricas es: “¿Y yo qué necesidad tengo de estar oyendo esto?”.
¿Quiénes
son las personas víricas? Aquellas que llegan y le contagian de mal humor, de
tristeza, de miedo, de envidia o cualquier otro tipo de emoción negativa que
hasta ese momento no se había manifestado en su cuerpo. Es igual que un virus:
llega, se expande, le hace sentir mal y cuando se aleja, poco a poco, usted
recobra su estado natural y, con suerte, lo olvida.
El
origen de la persona vírica puede ser variado: el mal genio, la envidia, la
falta de consideración, el egoísmo, la estupidez o la falta de tacto. Lo
importante es verse con recursos suficientes para protegerse del contagio. El
mundo está lleno de personas víricas de diferentes tipologías, unas menos
dañinas y otras malévolas que dejan memoria y cicatriz.
Víricos pasivos. En esta categoría
incluyo a los victimistas, los que echan la culpa de todo su mal a los que
tienen alrededor, nunca son responsables de lo malo que les ocurre porque son
los demás o las circunstancias los que provocan su malestar. Si les escucha y a
usted le va bien, llegará a sentirse mala persona por disfrutar de lo que los
victimistas no tienen. Y no porque no tengan posibilidad de hacerlo, sino
porque han aprendido a obtener la atención a través de la queja y eso es
cómodo. Se sienten maltratados por la vida y abandonados de la suerte. Por
supuesto, le hacen sentir mal a quien no les presta la atención de la que se
creen merecedores. Con estas personas sufrirá el contagio del virus tristeza,
frustración y apatía.
Víricos caraduras. Son los que siempre le pedirán favores,
pero a la vez no son capaces de estar atentos a sus necesidades. No mantienen
relaciones bidireccionales en las que entreguen tanto como reciben. Tiran de
otros sin preguntarles si están bien, si necesitan ayuda, si les viene bien
prestársela en ese momento. Son egoístas y egocéntricos, y en el momento en el
que se deja de satisfacer sus necesidades comienza la crítica y el chantaje
emocional. Con estas personas sufrirá el contagio del virus “siento que abusan
de mí”, aprovechamiento y resignación.
Víricos criticones. Viven de vivir la
vida de otros porque no les vale con la suya. Su vida es demasiado gris,
aburrida o frustrante como para hablar de ella, así que destrozan todo lo que
les rodea. No espere palabras de reconocimiento hacia los demás ni que hablen
de forma positiva de nadie, porque el que a los demás les vaya bien, les
potencia su frustración como personas. No saben competir si no es destruyendo
al otro. Arrasan como Atila. Con estas personas sufrirá el contagio del virus
desesperanza, vergüenza, incluso culpa si participa en la crítica. Y la culpa
luego arrastra al virus del remordimiento.
Víricos con mala idea. Manténgalos bien lejos. Están resentidos con la vida, ya
sea porque no han sido capaces de gestionar la suya o porque la suerte no les
ha acompañado. Anticipan que las personas son interesadas y no esperan nada
bueno de ellas. Todo lo interpretan de forma negativa, a todo el mundo le ven
una mala intención. Viven en un constante ataque de ira, como si el mundo les
debiera algo. No soportan que otros tengan éxito, esfuerzo y fuerza de
voluntad, porque estas actitudes de superación les ningunean todavía más. Con
estas personas sufrirá el contagio del virus indefensión, inseguridad,
impotencia y ansiedad.
Víricos psicópatas. Para los que no lo
sepan, no hace falta ser asesino en serie para ser un psicópata. El psicópata
es aquel que inflige dolor a los demás sin sentir la menor culpabilidad,
remordimiento y sin pasarlo mal. De estos hay muchos de guante blanco. Son los
que humillan, faltan al respeto a propósito, pegan, amenazan y provocan que se
sienta ridículo, menospreciado, y se cargan la autoestima. Ante ellos, salga
corriendo, porque el que lo hace una vez, repite. Si le permite que le
maltrate, usted terminará pensando que ese es el trato que merece. Con estas
personas sufrirá el contagio del virus miedo y odio. Muy difícil de erradicar,
perdura durante mucho tiempo en su memoria.
Mecanismos de defensa. Para evitar el contagio de los víricos victimistas, lo
primero que hay que hacer es pararles. Decirles que estará para ayudarles a
tomar decisiones y solucionar problemas, pero no para ser el pañuelo en el que
ahogan sus penas sin implicarse. Estas personas se acostumbran a llamar la
atención con sus desgracias, pero son incapaces de responsabilizarse y actuar
porque optan por el camino fácil: llorar.
Dígale
que estará encantado de ayudarle siempre y cuando se movilice. Y si no lo hace,
decida alejarse de alguien que ha tomado la decisión de ser un parásito toda la
vida. No lo está abandonando, le está dando aliento para que actúe. Si decide
no tomar las riendas de su vida, ser su paño de lágrimas, tampoco será una
ayuda. Se gasta la misma energía quejándose que buscando soluciones. La primera
opción consume y resta, y la segunda suma.
“La
tristeza del alma puede matarte mucho más rápido que una bacteria” (John. E.
Steinbeck)
Ante
el virus de pedir, el antivirus de decir no. Si usted no hace prevalecer sus
necesidades y prioridades, ellos tampoco lo harán. Una cosa es ser solidario y
otra muy distinta estar a disposición de todos y no estar nunca para uno mismo.
No
permita que la persona vírica criticona haga juicios de otras personas que no
estén presentes. Si lo hace con otros, también lo hará cuando usted no esté
presente. No entre en su juego ni se identifique con esa conducta. Dígale que
no le gusta hablar de personas que no están presentes. Y si se trata de
rumores, dígale que no tiene la certeza de que el rumor sea cierto. Los
rumores, la mayoría de las veces, son infundados, falsos o exagerados. Se
propagan como el viento, y a pesar de que luego se compruebe que son falsos, el
daño ya está hecho. Actúe como le gustaría que lo hicieran, con respeto,
discreción y veracidad. Es más importante ser ético que evitar un conflicto con
un criticón.
Y
por último, no permita que nadie le falte al respeto y mucho menos le maltrate
ni psicológica ni físicamente. Como personas, todos merecemos un trato digno.
Hágase valer. Pida ayuda, póngase en su sitio, no consienta una segunda
oportunidad a quien le ha hecho daño. El que le daña no le quiere; olvídese de
justificarle por su pasado, su carácter, su educación, el alcohol o sus
problemas. Nada, absolutamente nada, autoriza la falta de respeto y el maltrato
físico y psicológico. Y esto es válido en el ámbito familiar, laboral y entre
los amigos.
Rodéese
de personas de bien, que le quieran y que se lo demuestren, que le hagan feliz,
con las que salga con las pilas recargadas. Tenemos la obligación de ser
felices y disfrutar. Hay mucha gente dispuesta a ello. No las deje escapar. Las
personas estamos para ayudarnos, somos un equipo.
Norali
Caggiano (Sanadora Espiritual, Mental, y Física)
Compartido
con amor,
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